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Días difíciles
La Audiencia Mayor de las Minas de Guanajuato, de la que dependía la nueva Villa de León, resguardaba los caminos, no así a los habitantes -pues habían sido exentos de impuestos durante cuatro años- por lo que ellos mismos debían defenderse en caso de ataque. Entre sus herramientas de trabajo debían contar con espadas, ballestas, lanzas y armas de fuego.
En 1580 la villa –que entonces era llamada San Diego de León- fue ascendida a Alcaldía Mayor, que por entonces comprendía los actuales municipios de León, San Francisco del Rincón, Purísima de Bustos, Manuel Doblado, Cuerámaro, Abasolo, Huanímaro y Pénjamo. Su primer alcalde fue Domingo de Mendiola.
Con el pasar del tiempo los primeros pobladores se fueron desencantando, pues las riquezas prometidas no llegaban y los ataques chichimecas, en lugar de menguar crecieron en número y ferocidad. Apenas ocupó su puesto el quinto virrey de la Nueva España –Álvaro Manrique de Zúñiga- se le informó que la nueva Villa de León se estaba quedando sin pobladores, pues estos estaban huyendo después de que los indios guamares mataran al primer cura párroco de León, el bachiller Alonso de Espino, quien había oficiado la misa en la ceremonia de fundación.
Don Alonso Espino, retrato al óleo por Rafel Carneflo. Siglo XVIII. Sacristía de la Parroquia del Sagrario de León.
El padre Espino había sido llamado a confesar a un moribundo en la Estancia de la antigua Comanja de Jasso, hoy Comanjilla. Regresaba de allá por el arroyo de La Loza, cuando fue asaltado por una partida de indios salvajes que lo mató cruelmente asaeteándolo con decenas de flechas junto con uno de sus acompañantes, Francisco de Orduña, a quien además torturaron apedreándolo después de amarrarlo a un árbol.
Cuenta la leyenda que cuando el cadáver del padre Espino yacía en tierra, uno de los chichimecas tomo su cuchillo de obsidiana y le extrajo los azules globos oculares al fraile como insignia de triunfo. El indio, montado en el caballo que robo a su víctima, se dirigió al poniente de la villa, por donde hoy se encuentra el Parque Hidalgo. Allí, en medio de una arboleda encontró a varios de sus congéneres y dando un alarido de guerra arrojó a la tierra los ojos color cielo del mártir.
Cuando estos tocaron tierra, de ella brotaron sendos manantiales de agua clara; agua que calmaría la sed de varias generaciones de leoneses y que desde entonces fueron conocidos como los Pozos del Fraile, que se encuentran en la actual colonia Industrial.
Los cadáveres del padre y su amigo fueron llevados a los llanos de Silao por don Alonso López de Guzmán, vecino del lugar, donde les dio cristiana sepultura.
Los Pozos del Fraile en la actualidad.
Tres fueron los sacerdotes que hubo en los tiempos de la fundación: Juan de Cuenca, Cristóbal de Soria y Alonso Espino. A Cuenca lo mataron los chichimecas en 1581, Espino fue asesinado cinco años después y Soria, no queriendo correr la misma suerte, se fue a vivir a Xichú. Entonces León se quedó sin párroco. Solo de vez en cuando venía algún sacerdote a traer los sacramentos, por lo que los feligreses más viejos, asiduos a confesarse y comulgar, comenzaron a considerar el emigrar a otros lugares.
Para finales de 1586 apenas quedaban veintinueve habitantes y León corría el peligro de desaparecer.
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