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El León de la Calzada
El domingo 16 de marzo de 1958 amaneció soleado y sin viento, sólo unas pocas nubes flotaban bajo el azul cielo leonés.
"Con un poco de suerte hoy sí podremos hacer nuestro trabajo" –pensó el ingeniero José Alvarado, jefe del equipo que sustituiría el antiguo león de cemento por uno nuevo -de bronce- que se había mandado hacer seis meses atrás.
Eran las 11:30 de la mañana y ya estaba todo preparado. La grúa, que había fallado la semana anterior, ya se encontraba en posición... fue en ese momento que una dama bien vestida arribó al lugar, se dirigió al operador de la máquina y le invitó un refresco en la tienda de enfrente; el trabajador se negó a acompañarla y entonces la mujer metió una mano en el bolso que colgaba de su hombro, sacó un fajo de billetes y se lo ofreció a cambio de que no bajara el viejo león. Argumentó que no quería verlo sustituido por "un león sin sexo definido", pero el "gruyero" le dijo que mejor se dirigiera con sus jefes, pues él sólo era un empleado. No contenta con la respuesta la dama metió la otra mano en el bolso y sacó un revólver 38 especial. "¿Prefiere esto o esto?" –pregunto ella, mostrándole el dinero y el arma. Con un rápido movimiento el hombre le arrebató el revólver, sacó las cinco balas del cilindro y le devolvió el arma mientras le recomendaba: "Tenga cuidado con estos juguetitos propios de hombres".
La anterior anécdota la refiere don Rubén Rodríguez Molina en su obra "El León de la Calzada, una historia diferente" y forma parte de los muy variados incidentes que han protagonizado estas esculturas.
El domingo 16 de marzo de 1958, una grúa colocó en su sitio el nuevo León de bronce.
En las fotos anteriores a 1943 el arco de la calzada se nos antoja incompleto, pues en su parte superior no hay un león que lo adorne. Precisamente fue en ese año que el empresario leonés don Francisco Lozornio decidió que le hacía falta un símbolo que representara el nombre de nuestra ciudad. Después de conseguir los permisos respectivos encargó construir la estatua a Daniel Herrera, un maestro albañil que la modeló con ladrillos, varilla y cemento. La estatua fue colocada y allí permaneció –pese a las duras críticas- durante una década y media.
Quince días antes de su jubilación –el domingo 2 de marzo- el felino fue testigo de un último "acto oficial", que fue el recibimiento que le hizo el pueblo de león al candidato del PRI a la presidencia de la república, licenciado Adolfo López Mateos.
Dos semanas más tarde lograron desprenderla sin que se desmoronara y fue a parar al parque Juárez, sitio en el que descansó durante mucho tiempo. Hoy se le puede encontrar envejeciendo sin gracia en el Zoológico de León.
Su retiro se debió a que un año antes -durante una reunión con amigos- el matador leonés Antonio Velázquez sugirió que hacía falta cambiar aquella estatua por una de bronce hecha con mayor arte. Tal vez al calor de las copas y presionado por sus acompañantes, se comprometió a pagarla y mandó ejecutar el proyecto al afamado escultor Humberto Peraza (quien tenía su taller en la ciudad de México), pero cuando supo que la escultura le costaría 45 mil pesos se reunió de nuevo con sus amistades y allí se decidió integrar un comité para que se pagara mediante donaciones.
El contrato se firmó el primero de octubre de ese año y de inmediato el escultor puso manos a la obra; desgraciadamente transcurridos apenas unos días los trabajos se tuvieron que suspender, pues los cheques que se dieron como adelanto tardaron 20 días en cobrarse. Una segunda suspensión se llevó a cabo el 30 de noviembre debido a que el torero no había dado el total de su aportación y el escultor no lo encontraba por ningún lado. Afortunadamente el comité logró reunir lo necesario y el león fue por fin terminado.
El costo total –una vez colocada la estatua- resultó ser de $50,953.75 pesos, de los cuales el torero realizó una única aportación de 10 mil; otras 38 personas donaron cerca de 12 mil y el resto fue cubierto por el municipio, presidido por el señor Irineo Durán, a quien el licenciado Enrique Gómez Guerra le heredó el compromiso.
Daniel Herrera, un maestro albañil, modeló con ladrillos, varilla y cemento el primer León.
Cuando la estatua llego a la ciudad, quienes la recibieron se encontraron con que una parte de la cola se le había desprendido, por lo que de inmediato fue llevado a la fundición del señor Juan José Guerra, en donde por $150 pesos le soldaron el apéndice. Por cierto, desde entonces el trabajador que realizó el trabajo fue conocido como "el soldacolas".
"Ya con el apéndice soldado –escribe don Rubén Rodríguez- fue exhibido durante varios días frente al palacio municipal y posteriormente trasladado a la calzada junto al arco… Ahí la arrogante figura del león, fue sujeta a duras pruebas de resistencia: niños azuzados por sus padres y padres azuzados por sus hijos, con fierros, palos y piedras, golpeaban a más y mejor, la broncínea figura del felino, que en lugar de rugir, lanzaba al aire sonidos similares al de campanas y esquilas (...) variando el tono según la fuerza, objeto y lugar donde se le pegara. Para defenderlo de esos ataques, se optó por subirlo a lo alto del arco lado derecho visto desde Madero."
Toda clase de insultos hubieron de soportar los trabajadores que realizaron el cambio, incluido el intento de soborno y amenaza de muerte que recibió Agustín Farfán, que es el nombre del operador de la grúa que hábilmente bajo la escultura de mampostería. Incluso en un último intento por detener la obra, un grupo de personas publicó ese mismo fin de semana una "carta abierta" en el periódico El Sol de León, dirigida al C. Presidente Municipal Sr. Don Irineo Durán, en la que manifiestan su total rechazo a la sustitución y expresan que se debería hacer caso a las propuestas de los señores Vicente González del Castillo y Francisco Sandoval Ponce. El primero decía que el nuevo león debería ser colocado sobre un pedestal en la Plaza de la Industria (hoy Plaza de los Fundadores), mientras que el segundo sugería la creación de un quiosco de cantera frente a catedral donde se expusieran las esculturas de los hermanos Aldama, Alonso Espino y don Julián de Obregón junto con la nueva escultura.
Muchas otras cosas le han sucedido al León en todos estos años: desde el borrachín que en los años sesenta logró subir a su lado y luego tuvo que ser bajado por los bomberos; hasta cuando el licenciado Ernesto Arrache, en el 2001 –a través de los medios- de nuevo puso en duda el sexo del felino y llegó a sugerir que se le soldaran unos atributos masculinos.
Cuando la estatua llego a la ciudad, quienes la recibieron se encontraron con que una parte de la cola se le había desprendido.
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