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La Quinta Elvira
En el año de 1882 se estableció la Séptima Zona Militar que comprendía los estados de Guanajuato, Querétaro y Michoacán, y cuya sede fue la ciudad de León. Su primer jefe fue un militar pundonoroso y prestigiado: el General de Brigada don Manuel Orellana Noguera, originario de Guadalajara.
El General Orellana se distinguiría como héroe algunos años después durante la inundación de 1888, pues despreciando los mayores peligros en los momentos que esta localidad fue azotada por las aguas, habiendo centenares de víctimas, salvó a cuantos pudo, luchando a brazo partido contra los elementos y después ayudó a aliviar la tremenda situación en que quedaron los sobrevivientes.
La Quinta Elvira en todo su esplendor a finales del siglo XIX.
Ese mismo año el General contrajo matrimonio en León –el 2 de septiembre- con doña Elvira Torres y Soto. En honor a su hermosa esposa, Orellana hizo construir la señorial finca que hasta la década de los noventa del siglo XX, ya transformada en ruinas, daba testimonio de la grandeza de una época: era la "Quinta Elvira", que se encontraba al final de la acera norte del Paseo de la Calzada, en los terrenos que hoy ocupan un restaurant de mariscos y una imprenta.
También fue el General Orellana Noguera quien propuso que se llamara "Parque Manuel González", en homenaje a quien entonces era Presidente de la República, a la nueva calzada que se proyectaba construir cerca del antiguamente llamado "Jardín del Ojo de Agua" y que es el actual "Parque Hidalgo", que desde 1883 se transformó en el lugar de reunión dominical de los leoneses y donde se plantaron quinientos eucaliptos, la mayoría de los cuales fueron talados con el paso del tiempo.
Esto es todo lo que queda de La Quinta Elvira en la actualidad...
Contaba el parque con una calle ancha con sauces y espaciosos tramos de pasto cortados por callecitas, regulares en su trazo. Se incluyeron unos baños y lavaderos públicos construidos durante la administración del jefe político don José María García Muñoz en 1882 y se le colocó un simpático kiosco metálico en 1888.
En la primera decena del siglo XX el agua de los manantiales (que se encontraban por la que hoy es la calle Valverde y Téllez, entre Yuriria y Valencia) dejó de brotar y en 1910 cambió su nombre a Parque Hidalgo.
Una remembranza de don Federico Pöhls nos hace recordar cómo era aquella época: "El parque, antes aislado de la ciudad y considerado como un paseo lejano, con campos de labranza a sus lados (…), a la entrada, un poco a la izquierda (…), un árbol grande, un fresno, cuyo tronco, protegido por un arriate circular, servía de banca o acomodo a clientes de un puesto de pollo y enchiladas (…). Platos con dos ricas enchiladas con queso y su lechuga, valían "cuartilla". El más grande, de cuatro, se cotizaba a "medio". Una buena pieza de pollo frito, con su lechuga, rebanadas de papa, chilitos en vinagre y una rebanada de pan francés, costaba un real o una peseta, si la ración era doble (…) no eran menos que los platillos de Teodora en el Parián".
El parque Hidalgo a principios del siglo XX.
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