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Los cristeros del Coecillo
El 26 de diciembre de 1926, en una finca propiedad de don Gerardo Alemán, cercana al Panteón de San Nicolás, se llevó a cabo una reunión a la que acudieron más de veinte personas y en la que se acordó tomar las armas el primer día de enero del año siguiente. Finalmente lo hicieron hasta el día tres.
"Los jóvenes del movimiento habían recorrido las rancherías del norte de León, donde se pusieron de acuerdo con los campesinos para su participación. El joven Nicolás Navarro, jefe a la sazón de la Liga Defensora de la Libertad Religiosa en el barrio del Coecillo, por la tarde del 2 de enero, recibió la orden de lanzarse a la lucha armada esa misma noche. A las 9 p.m., todos los comprometidos se reunieron en la quinta La Brisa a las orillas del Coecillo". Escribe don Rodolfo Herrera Pérez.
Gerardo Alemán, que era el jefe, ordenó que se vigilaran varios puntos de ese barrio y de la ciudad en general, quedando el resto reunidos en el camino rumbo a la hacienda de Ibarrilla.
Por los rumbos del Puente del Coecillo, frente a donde hoy se encuentra el Mercado República, los comisionados fueron engañados por la policía, desarmados y aprehendidos, sin tener oportunidad de defenderse.
Narra el padre José D. Pérez: "Al no regresar los comisionados, el jefe se encamina hacia allá, y al darse cuenta de la aprehensión ordenó la dispersión y fuga. Dejando a los prisioneros a su suerte. Los reos fueron llevados a la inspección de policía, donde los esperaba el presidente municipal don Ramón Velarde (…)
La sentencia fue, que bien amarrados fueran conducidos en medio de una columna de ochenta soldados (…) hacía el portón de La Brisa, frente al cual habían sido aprehendidos y que al llegar los primeros a este lugar gritaran los gendarmes ¡Viva Cristo Rey!, disparando el par de gendarmes sobre su reo para matarle instantáneamente (…)
En medio de la calle quedaron los cuerpos sin vida de José Valencia Gallardo, Ezequiel Gómez, Nicolás Navarro, Salvador Vargas y Agustín Ríos. Sólo se salvó, por escabullirse entre la milpa, José Gasca. De ahí fueron trasladados a la Plaza Principal y expuestos frente a Palacio (…) el sepelio se realizó el día 5 de enero de 1927".
El mismo día dos de enero se encontraban las fuerzas federales del Capitán Alcántara en su cuartel y los gendarmes, apodados charros, en el Palacio Municipal. Creían que ya todo había pasado, pero fueron sorprendidos por una partida de cristeros que entró por el rumbo de la hacienda de Jalpa (que pensaban que su compañeros ya habían tomado León) y se presentaron frente a Palacio hasta tocar las puertas para que se las abrieran y gritando ¡Viva Cristo Rey!
Los federales los recibieron con una descarga de fusilería que hizo blanco mortal sobre aquellos miserables.
Desde ese día la guarnición de la ciudad fue reforzada y quedó al mando de los generales Juan Torres y Aguirre.
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