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Los primeros pobladores
En su obra "Yo Vivo en León", María de la Cruz Labarthe y Adriana Ortega nos dicen: "Hay restos arqueológicos que nos indican que hubo pobladores desde antes de nuestra era, unos 300 años a.c. (…) En esta época habitaron el territorio leonés algunos grupos que tenían una organización social y política superior, celebraban ceremonias de acuerdo a creencias religiosas, habían domesticado algunas plantas, es decir, tenían agricultura y se repartían el trabajo entre sus miembros.
Sin embargo estas poblaciones no crecieron hasta formar grandes ciudades. Algunas pudieron ser habitadas quizá hasta por diez siglos, otras por unas cuantas generaciones, pero al fin fueron abandonadas entre 700 y 900 años d.c."
Sin embargo estas poblaciones no crecieron hasta formar grandes ciudades. Algunas pudieron ser habitadas quizá hasta por diez siglos, otras por unas cuantas generaciones, pero al fin fueron abandonadas entre 700 y 900 años d.c."
Antes de que llegaran los españoles en el Siglo XVI, ocupó la zona del Bajío una cultura que se dedicó a la recolección de plantas y frutos silvestres y a la caza de la pequeña fauna que reinaba en el lugar. Los tarascos y mexicas, culturas que habitaban los alrededores y que nunca pudieron avanzar hacia este territorio les dieron el nombre de "Chichimecas", que significa "perro sucio e incivil", debido a su carácter belicoso y desnudez. Se pintaban y tatuaban el cuerpo, el pelo lo llevaban hasta la cintura y a veces lo trenzaban. Solían vivir en cuevas o chozas primitivas que construían debajo de los árboles.
Zacatecos, guachichiles, guamares y pames fueron los principales grupos de chichimecas que dominaron el estado de Guanajuato.
Al respecto el padre Mendieta escribe: "Chichimeco es nombre común (…) de unos (…) infieles y bárbaros, que no teniendo asiento cierto (…) andan discurriendo de una parte a otra, no sabiendo que son riquezas ni deleites (…) Traen los cuerpos del todo desnudos, duermen en la tierra desnuda, aunque sea empantanada (…) Sufren mortales fríos, nieves, calores, hambre y sed, y por estas y otras cosas adversas que les suceden, no se entristecen. Comen carnes de venados, vacas, mulas, víboras y de otros animales ponzoñosos.
Diferencíanse de los indios de paz y cristianos en lengua, costumbres, fuerzas, ferocidad y disposición del cuerpo, por la mala influencia de alguna estrella, o por la vida bestial en que se crían (…) No tienen reyes ni señores, mas ellos mismos eligen capitanes o caudillos con quienes andan en manadas movedizas.
Tampoco tienen ley alguna ni religión concertada, aunque adoran y reverencian al demonio, y con él comunican las cosas de la guerra (…) sacrifícanse ante ídolos de piedra o barro, sangrándose las orejas y otras partes del cuerpo".
Diferencíanse de los indios de paz y cristianos en lengua, costumbres, fuerzas, ferocidad y disposición del cuerpo, por la mala influencia de alguna estrella, o por la vida bestial en que se crían (…) No tienen reyes ni señores, mas ellos mismos eligen capitanes o caudillos con quienes andan en manadas movedizas.
Tampoco tienen ley alguna ni religión concertada, aunque adoran y reverencian al demonio, y con él comunican las cosas de la guerra (…) sacrifícanse ante ídolos de piedra o barro, sangrándose las orejas y otras partes del cuerpo".
De esta cultura no quedó mucha descendencia, pues se resistió al mestizaje prácticamente hasta desaparecer. Tampoco quedaron testigos de su lengua ni testimonios escritos de su cultura.
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