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Ah, qué don Cecilio...

Don Cecilio Estrada fue Jefe Político de León en los años de 1884 y luego en 1893.
En su primera administración dejó muy buenos recuerdos, pues a pesar de su falta de cultura había demostrado tener sentido común para administrar los asuntos del pueblo.
Al término de su primer periodo comprendió que la falta de ilustración le era un grave obstáculo, por lo que se dedicó a leer cuanto libro dejaban en garantía por un préstamo las personas que acudían a la casa de empeño de su propiedad.
Creyéndose ya muy culto y mundano, se presentó hecho un pedante para su segundo periodo; aunque la verdad su “erudición” era una confusión de fechas, lugares y personas que hacían reír a todo mundo.
Por aquel entonces las raíces de los fresnos que había en la Plaza Principal habían engrosado tanto que levantaban las losas fabricadas en Ibarrilla y que formaban las banquetas que circundaban el jardín.
Don Cecilio, queriendo dar muestra de sus avanzadas y modernas ideas, decidió que ahora las banquetas fueran de cemento Portland, como las que ya existían en la capital de la república.
Encontrábase de paso por la ciudad un “ingeniero” de apellido Uribe y Alegría, el cual, sabedor de los propósitos de don Cecilio, se ganó su confianza asegurándole que él era especialista en el uso del cemento. Don Cecilio le pidió un presupuesto, que resultó ser de veinte mil pesos.
Se le hizo muy caro, así que le pidió otro, que bajó a dieciocho mil y que tampoco fue aceptado. Vinieron un tercer, cuarto y quinto presupuestos, hasta que por fin el trato fue cerrado en ocho mil pesos.

Don Cecilio Estrada fue Jefe Político de León en los años de 1884 y luego en 1893.

Para que no rompieran el nuevo pavimento, se mandó tumbar los hermosos fresnos que habían dado sombra a varias generaciones de leoneses. También se ordenó acordonar las nuevas banquetas, que eran cuidadas por policías, para que nadie las pisara hasta que fueran inauguradas aquellas modernísimas obras la noche del 20 de enero de 1894, como uno de los números de la fiesta para celebrar el aniversario del pueblo.
Esa noche la plaza estuvo concurridísima, hubo banda de música en el kiosko y saltaron los fuegos artificiales cuando la gente por fin pudo poner pie sobre las nuevas banquetas.
Al día siguiente vino el desencanto, pues aquellos andadores peatonales se hicieron pedazos y quedaron reducidos a arena y caliche, como si fueran el cauce abandonado de un río seco.
Don Cecilio se enfureció ante la burla y dio orden a la policía de que trajeran a Uribe y Alegría a rendir cuentas, pero la noche anterior aquel individuo había huido en tren rumbo a Lagos de Moreno.
Finalmente lo apresaron los gendarmes de la vecina ciudad, sin embargo el “ingeniero” explicó que por el precio que cobró era lo mejor que podía hacer. Aquella explicación satisfizo a aquellas autoridades. No encontrando delito que perseguir, no concedieron la extradición y lo dejaron libre.
El jefe político Estrada se convirtió en el hazmerreír de León por varios años y el ayuntamiento terminó pagando el nuevo pavimento a una empresa de la capital.

Por aquel entonces las raíces de los fresnos que había en la Plaza Principal habían engrosado tanto que levantaban las losas fabricadas en Ibarrilla y que formaban las banquetas que circundaban el jardín.
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