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Amaneció lloviendo ceniza

Una ventosa mañana de marzo de 1943, nuestra ciudad de León amaneció cubierta de una extraña capa de arenisca gris.
No se trataba de un polvo fino, sino de una arena granulosa que habían  transportado los fuertes vientos de aquella época del año y que se  repartió parejo sobre las ya de por si polvosas calles de León, qué aún no estaban pavimentadas. Cubrió también azoteas, patios, autos, plazas, monumentos y árboles; dando al pueblo un aspecto nevado.
Con el pasar  de los días el fenómeno no amainó, en cambio aquella arenisca comenzó a acumularse sobre toda superficie expuesta y a colarse al interior de  las casas y negocios… incluso llegó a oscurecer un poco la luz del sol.
Don Guillermo Vera, por entonces presidente municipal, ordenó que  diariamente se barrieran las azoteas de las casas para evitar  acumulamientos y se desempolvaran calles y monumentos, pues los estudiosos habían prevenido que aquella arena, al mezclarse con el agua de la lluvia, formaba una mezcla pesada muy parecida al cemento, difícil de retirar una vez que solidificaba.
La gente cerró puertas y ventanas, comenzó a usar cubrebocas y tapó pozos y tinacos;  además de tender a secar su ropa en los interiores de las casas. Los  curtidores se vieron en la necesidad de frenar sus labores, pues les resultaba de todo punto imposible tender las pieles sin arruinarlas.

Don Guillermo Vera, presidente municipal de León de 1941 a 1943.

Aquella arenisca era en realidad ceniza, ceniza volcánica que se generaba a 340  kilómetros de León; en la parcela de Dionisio Pulido, un campesino michoacano que con horror, unas semanas antes, vio cómo se abría la tierra y de ella surgía un humo gris, acompañado de un chiflido alto y continuo, y que luego comenzó a oler a huevo podrido, a azufre, a infierno.
"Era sábado en la tarde, y Dionisio se puso a quemar unas ramas, y notó que había una grieta en sus tierras, como de medio metro de profundidad. Estaba por prender las ramas cuando sintió un tronido,  los árboles temblaron y de la rajadura se hinchó el suelo hasta dos metros o dos metros y medio.
Dionisio sintió que la tierra se  estremecía, como con lumbre adentro. Un trueno, luego otro… al tercero de la hendedura salió humo gris (…) Dionisio se asustó, trató de quitar la yunta a sus bueyes, buscó con la mirada a su mujer, a su hijo, a sus animales. Se encomendó al Señor de los Milagros. Quiso llevar a los bueyes al manantial, pero este había desaparecido. Ahí de plano se asustó, montó su yegua y galopó hasta su pueblo".  (donsusanito.blogspot.mx)
El Paricutín  (que en purépecha quiere decir "lugar al otro lado"), el volcán más joven del mundo, nació el sábado 20 de febrero de 1943 a eso de las 4 de la tarde. La duración de la actividad de este volcán fue de 9 años, 11 días y 10 horas. La lava recorrió unos 10 km. No hubo víctimas humanas, dado que hubo suficiente tiempo para desalojar a toda la población.
El volcán sólo sepultó dos poblados: Paricutín y San Juan Parangaricutiro. El primero quedó totalmente borrado del mapa. Muy cerca de él se encuentra ahora el cráter del volcán. Del segundo pueblo solo es visible parte de la iglesia, sepultada por la lava, al igual que el resto del pueblo, excepto por la torre izquierda del frente (la torre derecha aparentemente cayó pero lo cierto es que estaba en construcción al momento de empezar el fenómeno) así como el ábside, junto con el altar.

Una de las primeras fotos que se tomarón al Paricutín cuando apenas estaba naciendo...
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