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Manfred Pérez

El 29 de septiembre de 1864 llegó a León de visita el emperador Maximiliano de Habsburgo, alojándose en la casa de don Ángel Bustamante en plena plaza principal.
Al día siguiente, un viernes, se le obsequió una fastuosa comida en la "Huerta de Uraga",  a la que asistió su corte, los oficiales del ejército francés que lo  custodiaban, la plana mayor del ayuntamiento leonés, el primer obispo de  León, don José María de Jesús Diez de Sollano y Dávalos; así como lo  más rancio de la aristocracia leonesa.
Encontrábase el rubio  emperador admirando el lago artificial que adornaba aquellos jardines,  cuando de pronto a unos metros de él se armó un alboroto tremendo.  Rápidamente los soldados rodearon a Maximiliano para defenderlo de  cualquier peligro.
Sucede que un hombre del bajo pueblo, moreno y  pobremente vestido, había logrado colarse a la huerta y llegar hasta  unos metros del invitado principal.
Los soldados ya se lo llevaban,  ante el alivio de los invitados, cuando aquel colado comenzó a gritar:  "Eure majestät! Eure majestät!" en un perfecto alemán. Aquello llamó  poderosamente la atención del emperador, quien ordenó que lo dejaran  hablar con aquel individuo.

Escalinata doble de la Huerta de Huraga.

"¿Hablas  alemán?" – Le preguntó Maximiliano en su lengua natal y aquél le  contestó con la mirada baja pero de la misma manera: "Así es su  majestad… lo aprendí en Guadalajara, de mi antiguo patrón que venía de  Austria… el ya murió, y yo extrañaba mucho platicar con alguien en su  idioma."
Un pesado silencio cubría el ambiente. Nadie hablaba, sólo  se escuchaba el viento y el trinar de los pájaros. Los presentes que  comprendían la lengua teutona no podían dejar de sonreír, quienes no -la mayoría-, no alcanzaban a comprender que estaba sucediendo.
"¿Y  cómo te llamas?" –Pregunto de nuevo Maximiliano. "Mi nombre de  cristiano es Alfredo Pérez, pero el finado patrón me decía Manfred."
El emperador de México hizo una seña a su secretario y en voz baja le dio una serie de instrucciones.
"Muy  bien, Manfred Pérez… en mi cocina tengo varias personas que hablan  alemán. Si tú quieres puedes trabajar con ellos como ayudante."
Alfredo esbozó una amplia sonrisa y le dio las gracias a "eure majestät", alejándose del lugar escoltado por los soldados.
Ya  sentados a la mesa, a los presentes les fue traducida al español  aquella plática entre tan disímbolos personajes, que de inmediato se  convirtió en el principal tema de conversación toda la tarde y más  adelante el fin de semana entre los habitantes de León.
Lo último que se supo de Manfred Pérez fue que terminó trabajando en el Castillo de Chapultepec… por lo menos hasta que fusilaron a su nuevo patrón el 19 de junio de 1867 en el queretano Cerro de las Campanas.

Fusilamiento de Maximiliano en el Cerro de las Campanas.
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