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Maximiliano visita León
En los meses siguientes Maximiliano resolvió conocer su imperio y decidió visitar las principales ciudades del país, por lo que dejó la regencia en las manos de su esposa Carlota. Visitó varios estados; en el de Guanajuato las ciudades de Celaya, Apaseo el Grande, Irapuato, Guanajuato, San Miguel de Allende, Dolores Hidalgo y León.
El 29 de septiembre de 1864, Maximiliano fue recibido en León "en medio de grandes fiestas -escribe don Toribio Esquivel- que le prepararon los partidarios del imperio, y, dígase lo que se quiera, en medio de la esperanza de todos (...) y del entusiasmo del bajo pueblo para quien Maximiliano era un tipo de príncipe legendario y bondadoso".
Por su parte don Vicente González del Castillo relata: "Desde la madrugada de ese día salieron los grupos comisionados para darles la bienvenida; uno –el oficial- encabezado por el prefecto político, coronel Mariano de Veraza; otro, formado por prominentes miembros de la sociedad (...) Esos grupos se apostaron junto al camino de Silao, sobre terrenos cercanos a la Hacienda de San Juan de Otates y a los ranchos de El Potrero y de Alfaro, y con nervios tensos, pero con aparente paciencia, esperaron la aparición del carruaje en que eran conducidos los altos personajes.
Maximiliano y su comitiva fueron recibidos por las autoridades leonesas más o menos donde hoy se encuentra el entronque de la carretera a Silao con la autopista a Aguascalientes.
Cuando espesa polvareda anunció que por fin se acercaban las Imperiales Majestades, algunos de los más destacados componentes de esos grupos fueron a encontrarlos, y en seguida los acompañaron al lugar del "primer saludo oficial", y entre "marchas de honor", vítores, salvas de artillería, etcétera y etcétera, les llevaron a la casa en que se les preparó alojamiento, y que fue la que habitaba el acaudalado don Ángel Bustamante, situada en el entonces Portal de las Palomas –ahora Bravo-, actualmente Hotel Ramada Plaza".
Don Sóstenes Lira escribe en sus Efemérides: "Las fiestas de recepción de Maximiliano consistieron en ascenciones aerostáticas verificadas por los hermanos don Tranquilino y don Eulogio Alemán; fuegos artificiales todas las noches, a los que asistían el ilmo. Señor Sollano (primer obispo de León) y el Emperador en unos doseles que al efecto se levantaron en el lugar que hoy es el cajón de ropa "Las Fábricas Universales" (en la Plaza principal). En el centro de la plaza, en una fuente que jamás llegó a producir agua, estaba levantado un altar en el que se veían los retratos de Maximiliano y Carlota, y en la desembocadura de las calles que concurren a la misma plaza, se destacaban unos cuadros con las inscripciones siguientes. "Viva la religión que nos gobierna", "Viva la Regencia del Imperio", "Viva Napoleon III Emperador de los franceses", "Viva Maximiliano Emperador de México".
Esa misma noche del 29 de septiembre la mejor sociedad de León ofreció un baile al emperador en la residencia en que se alojaba. Aquella casa, de bella arquitectura, fue destruida a mediados del siglo XX y en su lugar se construyó el Hotel Condesa. Durante su estancia también se le ofreció un baile en "La Huerta de Uraga", que se ubicaba al pie de lo que hoy es el templo del Santuario de Guadalupe. La huerta había recibido su nombre gracias a José López Uraga, un general juarista que se había pasado al lado del ejército imperial y que casó con la leonesa Rosa Obregón, a quien le pertenecía el predio por herencia.
Durante su estancia en León, Maximiliano se hospedó en la mansión de don Ángel Bustamante, lugar que hoy ocupa el hotel Ramada Plaza (antes Condesa).
La visita de Maximiliano causó grata impresión a los leoneses y les dejó muchos recuerdos, aunque también nuestra ciudad logró impresionar al emperador, quien le escribió a su hermano Carlos Luis, refiriéndose a ella como "la industriosa León – la Manchester de México- llena de mujeres hermosas, tantas como no contemplaba desde mi estancia en Andalucía".
Por supuesto que no todos eran partidarios de la monarquía, lo que provocó muchas divisiones no sólo entre amigos, sino hasta en las mismas familias y aún entre quienes escriben la historia. Mariano González Leal lo describe como un "hombre noble, justo, sensible y sinceramente deseoso del progreso de su patria adoptiva"; mientras que Joseph H. L. Schlarman, en su libro "México, tierra de volcanes", dice de él: "inexperto, optimista, algo romántico, en parte benévolo y sobre todo egoísta".
Una divertida anécdota que refiere el mismo González Leal en su obra cuenta que "había en León una señorita soltera, doña Francisca Obregón, conocida como "Quitita", todavía de buena edad para entonces. En la recepción al Emperador, en plena plaza principal, y entre los vítores populares, doña Francisca gritó repentinamente con toda su potente voz: ¡Qué vivan los calzones de doña Andreita Cobo! -Otra dama socialmente respetada-. El grito de Quitita causó vergüenza en algunos, hilaridad en otros, y sorpresa en el Emperador, quien luego comentó entre sus allegados el pintoresco sucedido".
Maximiliano de Habsburgo visitó nuestra ciudad sin su esposa Carlota.
"De León tuvo que devolverse Maximiliano a México –escribe don Toribio Esquivel- donde lo llamaban los gravísimos acontecimientos que determinaron la salida de la República del ejército francés (...)"
Napoleón comenzó a retirar sus tropas de México –abandonaron León el 13 de diciembre de 1866- y Carlota fue a Europa a tratar de convencerlo de que no lo hiciera, pero nadie le hizo caso... terminó loca, convencida de que todo mundo intentaba envenenarla. No volvió a ver con vida a su esposo.
En México muchos intentaron convencer a Maximiliano de que se fuera con las últimas tropas francesas, mas él les respondió con arrogancia: "Un verdadero Habsburgo no abandona su puesto en la hora del peligro".
El 19 de junio de 1867, en el queretano Cerro de las Campanas, mirando hacia el sol naciente, fueron fusilados Maximiliano y sus generales Miramón y Mejía. Sus últimas palabras fueron: "Perdono a todos y ruego que me perdonen también a mí. Ojalá que mi sangre sea de provecho para este país. ¡Viva México! ¡Viva su Independencia!".
El 19 de junio de 1867, en el queretano Cerro de las Campanas, mirando hacia el sol naciente, fueron fusilados Maximiliano y sus generales Miramón y Mejía.
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