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La invasión francesa
"Era el 13 de diciembre de 1863 cuando el ejército francés hacía su entrada en León, sin que bastara para contenerlo la presencia en nuestra ciudad de las autoridades gubernamentales del estado.
Como primera providencia, el ejército de ocupación nombró Prefecto Político de la ciudad al coronel don Mariano de Veraza, hombre íntegro y cabal, sincero y convencido sostenedor de la causa imperial. Sin arraigo en la ciudad, Veraza hubo de buscar apoyo entre algunos prominentes vecinos, que lo estimaban y respetaban, y así, pronto pudo formar un grupo leal al imperio, formado por hombres de buena fe; algunos progresistas y cultos; otros, nuevos ricos e ignorantes". Don Mariano González Leal, "León, trayectoria y destino".
El 28 de mayo de 1864, la fragata "Novara" echó anclas en el puerto de Veracruz, pero contrariamente a lo que habían prometido al nuevo emperador Maximiliano de Habsburgo-Lorena y a su esposa Carlota de Saxe-Coburgo-Gotha, su recepción fue fría. En cambio en Puebla los recibieron magníficamente y en la ciudad de México, a donde llegaron el 12 de junio de 1864, su recepción resultó de un entusiasmo desbordante.
El 15 de junio, el prefecto municipal, don Pablo Villa, y el prefecto político, don Mariano de Veraza, reunieron en sesión extraordinaria al ayuntamiento de León para decidir cómo solemnizar la llegada a México de los nuevos emperadores. Allí se acordó que la Plaza Principal fuera llamada "Plaza de Maximiliano Primero" y la que hoy conocemos como Plaza de los Fundadores fuera bautizada como "Plaza de la Emperatriz Carlota".
El 28 de mayo de 1864, la fragata "Novara" echó anclas en el puerto de Veracruz, pero contrariamente a lo que habían prometido al nuevo emperador Maximiliano de Habsburgo-Lorena y a su esposa Carlota de Saxe-Coburgo-Gotha, su recepción fue fría.
En esos mismos lugares se solemnizó, el día 19, la llegada de ambos a la capital: "Con un repique a vuelo, músicas y vítores, fue saludada la aurora de este día y la ciudad se engalanó con hermosos adornos y se izaron las banderas mexicana y francesa en los edificios públicos para solemnizar el arribo de SS.MM. a la ciudad de México. A las once de la mañana, los prefectos político y municipal, comandante superior, Monsieur Sientaud con la oficialidad francesa, y demás autoridades y corporaciones religiosas y civiles, etc., salieron del Palacio –Hoy Hotel Guerra- (actualmente Casa de la Cultura) entre una valla de soldados franceses a la Catedral (que entonces funcionaba como tal la Parroquia del Sagrario), que estaba engalanada con profusión, donde el señor provisor entonó el Te Deum que dejó oír un coro de señoritas de la mejor sociedad. Terminado este acto, la comitiva se dirigió al elegante templete que para el efecto se levantó en el centro de la plaza donde después de un discurso pronunciado por don José de la Luz Pacheco Gallardo, el prefecto político declaro que desde ese momento las Plazas Principal y de las Delicias, llevarían los nombres que se indicaron (…), colocándose en los ángulos principales unas placas de alabastro con los nombres de los soberanos. Por la tarde se situaron dos músicas en el Paseo de la Calzada, y por la noche se iluminó con profusión la ciudad y varios vítores recorrieron las calles hasta el amanecer del día siguiente". Describe don Sóstenes Lira, y continúa:
"20 de junio.- En la mañana se verificaron las mismas manifestaciones del día anterior, y a las doce del día los Prefectos Político y Municipal con una comisión del ayuntamiento y varios particulares, pasaron a las cárceles de ambos sexos, que entonces estaban en el lugar que es hoy el Pasaje de las Tullerías (Pasaje Catedral), a dar a los reclusos una comida a nombre de Maximiliano y Carlota. Por la tarde se repitió el paseo a la Calzada y por la noche la iluminación, quemándose además en la Plaza Maximiliano I unos significativos fuegos artificiales, continuando los vítores hasta el amanecer".
"21 de junio.- La mañana y tarde de este día fueron solemnizados como los días anteriores y por la noche, a más de la iluminación tuvo lugar en el patio del restaurante francés un lujoso baile al que los prefectos Político y Municipal invitaron sin distinción de partidos, a todas las principales familias leonesas que acudieron con gusto a la invitación.
A las nueve de la noche dio principio el acto con la entonación de un Himno a la Paz, compuesto por el señor Sebastián Morgado y cantado por varios niños y soldados franceses; a la una se sirvió la cena y los rayos del nuevo día presenciaron la dispersión de aquella elegante reunión.
De esta manera se celebró en León la entrada del Emperador y su esposa a México".
Para honrar a sus majestades, se acordó que la Plaza Principal fuera llamada "Plaza de Maximiliano Primero" y la que hoy conocemos como Plaza de los Fundadores fuera bautizada como "Plaza de la Emperatriz Carlota".
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