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Beto Cobián vs Kid Guanajuato

Adalberto “Beto” Cobián era el chavo más temido del pueblo; un verdadero rebelde sin causa, de esos llamados “rebecos”, al que todos temían. Y no era para menos, con su complexión fornida y casi 1.90 de altura, imponía inmediato respeto a sus contrincantes; además de arrancar profundos suspiros a la población femenina del aquel León de principio de los sesenta.
Tenía poco más de 20 años, ya estaba casado, era padre de dos pequeños, vivía en la tristemente célebre calle Rivera y por las mañanas trabajaba como carnicero.
Sin importarle su estado civil, por las tardes se juntaba a perder el tiempo con su “palomilla” en alguna de las fuentes de sodas del centro, para luego montarse en su motos e ir a la periferia de la ciudad a beber alcohol y empujarse unos “cacahuates”, que era como llamaban a los seconales.
Años después, cuando fue detenido por la policía, acusado de matar a la Mary Chessman, el mismo se definiría como “baquetón y coscolino”.
Un domingo cualquiera por la tarde iba Beto con su bola de amigos vacilando sin hacer nada, cuando de pronto, frente al hotel Condesa se les cruza una pareja de novios tomados de la mano. Ella, una escultural morena enfundada en un ajustado vestido negro, parecía la mismísima encarnación de la actriz María Victoria en sus mejores tiempos. En cambio su acompañante era más bien feíto, chaparrito y delgado, poseedor de una nariz chata, el pelo engominado y que portaba un fino bigotito sobre el labio superior.

Beto Cobián, foto del Sol de León cuando lo del caso de la Mary Chessman.

Envalentonado por costumbre, debido a su apariencia y fama (se decía que había estado acusado de homicidio), Beto Cobián lanzó un procaz piropo a la escultural dama, el cual fue celebrado con sonoras carcajadas por sus acompañantes. El pequeño novio, sin pensarlo dos veces, le hizo frente y le exigió respeto.
Sin poder creerlo, Cobián volteó a ver a sus amigos como diciendo “él se lo buscó”. Se sabía que liquidaba a sus oponentes con un sólo y potente golpe, así que terminar con aquel “mequetrefe” no le llevaría más que unos segundos.
Lanzó su mejor golpe… que al no conectar contra nada lo hizo perder el equilibrio. El “mequetrefe” lo había evitado con un rápido movimiento de cuello y cintura. Al tener a aquel mastodonte de modo, con el puño izquierdo le conectó un perfecto gancho al hígado que de inmediato dejó a Beto bailando con un pie en el aire.
El altercado llegó a su fin cuando el novio le lanzó un derechazo de frente a la mandíbula que hizo caer al gigante como saco de papas contra el piso.
Incrédulos, los amigos corrieron a asistir a Cobián, mientras los novios se alejaban tomados de la mano rumbo al cine Vera.
Después se supo: le había faltado el respeto a la pareja de “Kid Guanajuato”, un peso pluma que comenzaba a destacar en los cuadriláteros mexicanos.
Después de cumplir un tiempo en la cárcel, acusado del homicidio imprudencial de la Mary Chessman en 1961, Adalberto Cobián se unió a la policía judicial, en la que murió durante una balacera.
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