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El año del cometa

Don Leonardo Montalvo rondaba los cincuenta años de edad; era casado y padre de dos agraciadas jóvenes que ya habían contraído matrimonio y que esperaba muy pronto lo hicieran abuelo.
Dueño de dos prósperas mercerías que le dejaban dinero suficiente para vivir de una manera desahogada, Don Leo como le decían sus más allegados- pasaba sus noches dedicado a su más reciente pasatiempo: la astronomía.
Hacía un par de años se había suscrito a varias revistas astronómicas europeas y norteamericanas... y con el consejo y guía de don Luis Long, su cliente y amigo, se hizo traer un magnífico telescopio que sacaba de su caja todas las noches y colocaba sobre un trípode en su jardín.
Como todo astrónomo aficionado, su máximo sueño era descubrir un nuevo planeta, asteroide o cometa... asunto no muy difícil al inicio del siglo XX.
La noche del miércoles 12 de enero de 1910, encontrábase degustando una copita de jerez y fumando su tradicional cigarro nocturno, cuando sin ninguna razón en especial, dirigió su telescopio hacia el poniente, rumbo a los cerros de Bellavista. De pronto en el cielo, perdida entre las estrellas, divisó una figura parecida a una pluma. Limpió el lente, pero la pluma permaneció allí.
Sin perder tiempo checó sus mapas, calendarios y cartas astrales, pero no encontró ninguna referencia a algún cometa que fuera a verse en esa dirección ni en esa fecha. Anotó cuidadosamente todos los datos en una bitácora y repitió los avistamientos las dos noches siguientes... “¡Acabo de descubrir un cometa!” Se dijo emocionado, al imaginar que aquel astro sería bautizado con su nombre por toda la eternidad.

El cometa "Daylight", fotografiado en 1910.

Sin haber podido pegar un ojo en toda la noche, muy temprano al día siguiente se dirigió a la casa de don Luis Long, quien vivía en la todavía calle de La Compañía, hoy Pedro Moreno.
Ambos astrónomos revisaron los datos obtenidos por don Leonardo y durante dos días se dedicaron a observar el “nuevo” cometa. Para el fin de semana don Luis Long le confió a su amigo: “Pues creo que ha descubierto un nuevo objeto celestial…”  
Con la ayuda del sabio inglés, el señor Montalvo redactó misivas a las sociedades astronómicas mexicana, norteamericana e inglesa, haciéndoles saber su descubrimiento.
Pero -¡oh sorpresa!-, semanas después le respondieron que en efecto ese cometa era nuevo, más sin embargo fue descubierto y documentado por tantas personas al mismo tiempo alrededor del mundo, que no se le podía adjudicar a nadie.
Hoy en día a ese cometa se le conoce como “Daylight o Luz de Día”, y fue el más brillante que apareció en el firmamento durante el siglo XX; tanto que llegó a opacar al planeta Venus.
Fue tal la depresión que sufrió don Leo, que vendió su telescopio y abandonó la astronomía para siempre, adoptando el más tranquilo pasatiempo de la filatelia. Incluso se negó a salir de su casa a observar al cometa Halley, que surcó los cielos leoneses apenas unos meses después y que provocó pánico entre los habitantes.
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