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El día de muertos porfiriano
El siguiente es un artículo que escribió don Mariano González Leal en "Crónicas de León" en 1971 y se refiere a como celebrábamos los leoneses el Día de Muertos durante la época porfiriana.
"Eran días en que León se tornaba todo fiestas, todo color, todo ironía al reír de la muerte en los corridos y en las tradicionales calaveras.
La festividad de Todos los Santos revestía en León un carácter completamente mexicano y más aún, provinciano. Durante gran parte de la época porfiriana, nuestra ciudad se preparaba para celebrar la fiesta con un gran número de puestos alrededor de la Plaza Principal; como un rebozo multicolor tendido sobre cuatro costados y con los flecos extendidos hasta los portales. Había grandes puestos de exquisitos dulces de almendras y garapiñados, de los cuales, los principales eran los de las señoritas Camerina. Altagracia y Josefina Moreno, y que se llamaban "La Palestina" y "El Canastillo de Flores".
Durante todo ese día, las familias leonesas asistían a la plaza no sólo a adquirir los dulces tradicionales de alfeñiques y las calaveras de cartón, sino más que nada, a lucir los lujosos atavíos que de rigor debían estrenarse en tal fecha (…)
A las cinco de la tarde, se comenzaba a planear la asistencia a la serenata. Los mozos salían de las casas particulares llevando una buena provisión de sillas para acomodarlas en la plaza principal, escogiendo el mejor lugar posible para escuchar la serenata. Y allí permanecían los mozos, reservando el sitio para que, a las ocho de la noche, lo ocuparan sus patrones.
Poniente de la Plaza Principal en 1907.
Cuando la serenata daba principio, la plaza se poblaba de muchachitas en flor, dulces, ingenuas, graciosas con aquella mirada temerosa e insinuante que se ha diluido en el tiempo. Entonces era cuando los galanes debían poner toda su astucia e ingenio para lograr lanzar el piropo velado, arrojado rápidamente (…) y en la sillería, las madres de familia platicando problemas caseros y lo señores enfrascados en sesudas discusiones sobre política (…)
En el parían, se vendía el plato tradicional del día: fiambre y cerdo relleno. Se exhibían, en complicados aparatos, vistas fijas que representaban paisajes europeos, y que había que ver subiendo a un banquito y asomándose a un pequeño agujero con un vidrio de aumento.
La festividad de Todos los Santos terminaba entre diez y once de la noche, a la par que la última de las notas de la Banda Municipal.
Al día siguiente, el regocijo anterior se había transformado en paz y recogimiento. El dos de noviembre había misas durante toda la mañana, y llamaba poderosamente la atención que la última se celebrara a las dos de la tarde, cosa rarísima en aquellos días".
Un sábado por la mañana entre el Mercado Hidalgo o Parián y la Parroquia del Sagrario a principios del Siglo XX.
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