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Época de carruajes
y caballos
A finales del siglo XIX la ciudad de León contaba con poco más de 50,000 habitantes y la mancha urbana apenas comenzaba a rebasar lo que hoy conocemos como la zona centro. Las distancias no eran muy largas para trasladarse de un lado a otro, con excepción de los que iban a El Coecillo, a San Miguel o hasta la estación de ferrocarriles, que aún hoy se nos antoja lejana.
En aquel entonces la vida no era tan agitada y la gente solía caminar para ir al trabajo o de visita; si la distancia era más larga se utilizaba el caballo o el transporte público, que en aquella época eran unos pequeños tranvías tirados por mulas. Las familias adineradas acostumbraban viajar en unos carruajes que eran conocidos como berlinas, carretelas, landaus, cabrioles, buggys o breaks, todos ellos tirados por finos caballos (cada casa tenía su propia caballeriza).
"Por el color y hechuras de los troncos, sabíamos de quien era el carruaje (...) –escribe don Federico Pohls en su obra Añoranzas y Recuerdos de León-. La ilusión más grande de un muchacho era en aquellos tiempos saber montar y manejar un tiro".
Los domingos las familias acostumbraban ir a La Calzada a pasear y escuchar la música que interpretaba la banda. Por el enladrillado medio transitaba la gente humilde y por los carriles laterales los carruajes de los más pudientes.
A finales del siglo XIX la ciudad de León contaba con poco más de 50,000 habitantes y la mancha urbana apenas comenzaba a rebasar lo que hoy conocemos como la zona centro. Al fondo podemos ver despoblado lo que hoy son Bellavista y Arbide.
"Como buenos leoneses, salíamos entre cuatro y cinco para asistir al obligado paseo. Yo –cuenta don Federico- , como el mayor de los hermanos, escogía el mejor lugar del coche (en mi opinión naturalmente), en el pescante, al lado del cochero, para ver mejor y admirar a mis anchas el espectáculo de tantos caballos de tiro y silla, tan cautivador entonces para nosotros, como son los automóviles ahora para todo chamaco (...)
"Mientras la música tocaba, todos los coches se estacionaban convenientemente, para que sus ocupantes disfrutaran de la selección ejecutada, y en los intermedios, entre una pieza y otra, los carruajes daban vueltas por toda la calzada, tomando su lugar nuevamente en tiempo oportuno para seguir escuchando"
"En los dichos intervalos, los coches en movimiento, el que más o el que menos, trataban de lucir sus caballos como buenos trotadores, rebasando en buena lid al que se podía o dejaba. En mi elevado asiento del pescante, animaba al cochero y le exigía más carrera (...)
-¡Más aprisa, Nicandro! ¡Ya nos van alcanzando!
-Ya no, niño, ya no, se enoja tu papá, me decía aquel hombre, modelo de sirvientes.
"Y así sucedía, pues cuando Nicandro y yo más en lo nuestro estábamos por ganar la carrera, el bastón de mi padre tocaba suavemente la espalda del cochero, con la esperada orden:
-Más despacio Nicandro, no hay porque correr tanto".
"Mientras la música tocaba, todos los coches se estacionaban convenientemente, para que sus ocupantes disfrutaran de la selección ejecutada, y en los intermedios, entre una pieza y otra, los carruajes daban vueltas por toda la calzada, tomando su lugar nuevamente en tiempo oportuno para seguir escuchando"
"En los dichos intervalos, los coches en movimiento, el que más o el que menos, trataban de lucir sus caballos como buenos trotadores, rebasando en buena lid al que se podía o dejaba. En mi elevado asiento del pescante, animaba al cochero y le exigía más carrera (...)
-¡Más aprisa, Nicandro! ¡Ya nos van alcanzando!
-Ya no, niño, ya no, se enoja tu papá, me decía aquel hombre, modelo de sirvientes.
"Y así sucedía, pues cuando Nicandro y yo más en lo nuestro estábamos por ganar la carrera, el bastón de mi padre tocaba suavemente la espalda del cochero, con la esperada orden:
-Más despacio Nicandro, no hay porque correr tanto".
Las calles de León no estaban pavimentadas, eran de pura tierra, que se convertía en lodo en época de lluvias; sólo las principales estaban empedradas y en regular estado. Por ahí circulaban los carruajes y los tranvías.
En aquel entonces la vida no era tan agitada y la gente solía caminar para ir al trabajo o de visita; si la distancia era más larga se utilizaba el caballo o la carreta.
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