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La inundación de 1926
Aquella madrugada del 23 de junio 1926, gran parte de la población dormía tranquilamente cuando fue sacada de la cama al escuchar gritos callejeros y los silbatos de los policías que alertaban sobre el peligro que se cernía sobre la ciudad (en aquel entonces había uno en cada cuadra): ¡El Río de Los Gómez se estaba desbordando por la calle 5 de mayo! Apenas despuntaba el alba cuando el arroyo de El Muerto también comenzó a derramarse sobre el pueblo de El Coecillo, derrumbando las frágiles casas de adobe y matando a sus ocupantes. Por si fuera poco, a las nueve de la mañana sobrevino una segunda creciente, más violenta que la primera, causada por la destrucción de la cortina de la presa de la Hacienda de Arriba.
Las campanas de los templos tañían furiosamente alertando a la gente para que huyera, pero ésta, al salir de sus casas se encontraba con que las calles se habían convertido en caudalosos torrentes que inexorablemente subían de nivel y arrastraban con todo a su paso. La corriente desfilaba frente a las fachadas llevando en su viaje muebles, colchones, ropa y no pocos cadáveres humanos y animales. Con dificultad las personas comenzaron a cruzar las calles, asiéndose de puertas, barrotes de ventanas o faroles, llevando a cuestas a sus hijos más pequeños y algunas de sus pertenencias más preciadas.
El río de los Gómez se desbordó por la calle 5 de Mayo y las aguas rápidamente llegaron hasta la Plaza Principal.
La mayoría intentaba llegar a lugares altos como Bellavista y los cerros de la Soledad o del Santuario, otros encontraron refugio en el Teatro Doblado, el Seminario, Palacio Municipal, la Plaza de Toros Reforma e incluso la escuela Modelo, Circulo Leonés Mutualista y casas particulares.
Mil hogares y edificios cayeron, las pérdidas materiales se cuantificaron en doce millones de pesos y los muertos -según cifras oficiales- fueron más de ochenta.
El 29 de junio el presidente municipal Guadalupe Nuñez y varios vecinos crearon el "Comité de Ayuda", el cual se encargó de organizar las actividades de ayuda y de administrar los fondos que se iban reuniendo. Dicho comité fue presidido por don Enrique Aranda.
La reconstrucción de la ciudad se llevó a cabo en tiempos difíciles, pues acababa de terminar la revolución pero ya gestaba lo que sería la guerra "cristera". Muchas familias emigraron, y las que permanecieron tuvieron que enfrentarse a la miseria causada por la catástrofe.
Así lucía la Plaza Principal frente a los que hoy es el hotel Ramada Plaza.
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