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Llega la Madre Santísima de la Luz
Por 1722, en la isla de Sicilia, que por entonces pertenecía al Reino de Nápoles; el ilustre jesuita Juan Antonio Genovesi había dedicado su vida a extender el culto a la Virgen Nuestra Señora y deseaba una imagen que pudiese llevar con él en su labor evangelizadora.
Tuvo noticia de que cierta mujer virtuosa tenía frecuentes revelaciones divinas y en una de ellas se le apareció una señora llena de majestad rodeada por una corte de ángeles.
Contrató un pintor que plasmó la visión de la mujer y durante diez años llevó Genovesi aquel lienzo en sus misiones. En 1732, cuando concluyó la parte más difícil de su labor evangelizadora, los sacerdotes jesuitas procedieron a verificar un sorteo para ver cuál de sus fundaciones en el mundo habría de ser sede de la imagen milagrosa.
El Reino de Nápoles y la isla de Sicilia, desde donde vino la pintura de La Madre Santísma de la Luz.
Resultó agraciada la Villa de León en la "Nueva España", pero era tan reciente la llegada de los jesuitas a la población que se repitió la rifa por segunda y tercera ocasión, pero sin variar el resultado.
Fue así como nuestra villa fue elegida por la Madre Santísima de la Luz para que aquí fuera aclamada como su patrona y protectora.
Una mañana de 1732 se llenó León de intenso júbilo e hizo su entrada triunfal el lienzo con la imagen de la Madre de Dios, que trajo el mismo padre Genovesi en persona.
Fotografía de la pintura original en la Catedral de León
En la recepción se hallaban todos los miembros del clero secular y órdenes religiosas establecidas en la villa: franciscanos, jesuitas y juaninos; el alcalde don Antonio de Gaona, el escribano don Benito José Caballero de Acuña, los miembros del cabildo y prácticamente toda la población de León.
Hasta 1864 permaneció la imagen en el primer templo ignaciano, luego es trasladada  a lo que hoy es la Parroquia del Sagrario y finalmente, en 1866, es llevada a la flamante sede catedralicia de León, donde permanece hasta nuestros días.
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