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Peleas entre jefes villistas
Luis Alegre escribe en "León, cinco siglos contra viento y marea": "Timoteo Lozano relata como en esos días los guardias villistas acabaron con los rijosos de oficio, esos que según describe, traían la cobija al hombro escondiendo la "punta", "fierro" o la "ponzoña", las cuales utilizaban en constantes riñas por causas sin importancia (…)
Los desórdenes en todo caso partían de las disputas y envidias entre los jefes villistas. Demasiado tiempo duraron parados en la ciudad".
Los desórdenes en todo caso partían de las disputas y envidias entre los jefes villistas. Demasiado tiempo duraron parados en la ciudad".
Don Timoteo Lozano describe una imagen de cómo eran los fines de semana bajo el yugo de los villistas: "Las noches de esos sábados interminables, se envolvían en silencio temeroso, turbado apenas por la lejana música de algún cilindro que a destajo tocaba a los militares las piezas de moda: La Adelita, La Cucaracha y La Valentina, con el indispensable acompañamiento de gritos y balazos que hendían los aires con siniestro ulular".
El mismo don Timoteo nos describe un altercado entre villistas que tuvo lugar en el Teatro Cine Élite, que se encontraba donde hoy están las oficinas del periódico El Heraldo, en la calle Hermanos Aldama: "Estaba de turno en esa ocasión el Trío Lamas, integrado por el que se hacía titular Violín Humano, por la perfección con que su voz imitaba este instrumento (…) su esposa Ulda y su hija Petit Nancy, una agraciada chiquilla que cantaba cuplés de moda y bailaba gitano, casi siempre con llenos a reventar, pues además del público habitual, concurrían en gran número los soldados villistas y no pocos jefes y oficiales, produciendo como se ha indicado frecuentes escándalos, pues exigían en forma no muy comedida la repetición del número que les agradaba(…)
Donde hoy se encuentran las oficinas del periódico El Heraldo, en la calle de Hermanos Aldama, estaba el cine-teatro Élite.
Pidió el púbico a la Petit Nancy al terminar su número que bajara a repartir las rosas que llevaba en su canastillo. No satisfechos aún, los militares le pidieron que recorriera la sala, a lo que ella se negaba, pero arreciaron de tal manera los gritos y los silbidos, que finalmente tuvo que acceder (…) se acercó al palco del general Homero López, quien inclinándose sobre la barandilla cogió por la cintura a la chica para levantarla mientras el escándalo arreciaba (…) parte del público protestaba exigiendo que soltaran a la artista, a quien viva fuerza sacaron del cine el general y los suyos, abordando un automóvil que enfilo rumbo a la estación (del tren).
La madre de la raptada, que se había dado cuenta de lo ocurrido, luchaba en vano por desprenderse de las manos de los soldados que protegían al jefe, impidiéndole alcanzar a su hija. Cuando al fin se vio libre, fue en busca del general Villa a la Casa de las Monas. Por excepción, el guerrillero se encontraba de humor tolerable y escuchó a la atribulada mujer, ordenando que se localizara al raptor, sin resultados, pues no fue posible localizarlos durante varios días, de manera que, perdida la esperanza, los esposos Lamas salieron de León, convencidos de la inutilidad de sus esfuerzos por recuperar a su hija a quien nunca volvieron a ver".
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