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Peste, sequía y hambruna
En 1706 una terrible peste de viruela causó grandes estragos en los habitantes de la villa, que por cierto en aquel entonces recibía el nombre de Villa de San Diego de León, aunque en 1712 en el escudo que se le extendió, figuraba entre otras imágenes, la de San Sebastián Mártir, bajo cuyo patronato se fundó.
Fue precisamente en ese año que se registró la primera pérdida de cosechas –debido a las escasas lluvias-  que asolaría a la región en los años venideros y que en 1714 presentara la hambruna más espantosa que se había sufrido hasta la fecha; y no sólo en León, sino casi en toda la Nueva España.
Para el 6 de julio de 1713 anota el padre Lucio Marmolejo en sus "Efemérides" que: "Continúa la falta de lluvias en mayores proporciones que el año anterior. En la fecha de esta efeméride cae en Guanajuato el primero y casi único aguacero, y la multitud corría regocijada y ansiosa a los arroyos a proveerse de agua; pero conseguían poco, porque la absorbía la tierra casi instantáneamente, no siendo suficiente para alcanzarla, después de algunas horas de pasada la lluvia, el abrir pozos profundos en los mismos arroyos. Después de esto casi no volvió a llover.
Aunque había semillas rezagadas, el dinero estaba muy caro, y se atemorizaban los hombres de ver tantas infamias como usaban los perdidos, como monedas falsas, muertes, robos, muertos que se hallaban tirados por las calles y cerros, que se infiere eran de hambre, doncellas que por buscar el sustento, principalmente del agua, sacrificaban su honor, no daba uno paso por las calles que no encontrara las bandadas de esqueletos o muertos andando, casi armados con el pellejo. Estos cadáveres andando se arrodillaban, y apenas podían articular palabra, pues no decían otra cosa más de "Por amor de Dios que ya espiramos de hambre, socorred nuestra necesidad Srs. poderosos". Otra lástima era ver a los pobres enfermos que por su grave necesidad, salían temblequeando a las calles y plazas, y esto les era causa indudable para recaídas y para su muerte. El día 14 de Mayo comenzó a mitigarse la necesidad de la sed, pues este día se nos mostró Dios misericordioso, con enviarnos un aguacero, aunque las gentes se apoderaban de los pozos y costaba gran dificultad tomar el agua; pero la hambre siguió aumentando cada día".
Aunque había semillas rezagadas, el dinero estaba muy caro, y se atemorizaban los hombres de ver tantas infamias como usaban los perdidos, como monedas falsas, muertes, robos, muertos que se hallaban tirados por las calles y cerros, que se infiere eran de hambre, doncellas que por buscar el sustento, principalmente del agua, sacrificaban su honor, no daba uno paso por las calles que no encontrara las bandadas de esqueletos o muertos andando, casi armados con el pellejo. Estos cadáveres andando se arrodillaban, y apenas podían articular palabra, pues no decían otra cosa más de "Por amor de Dios que ya espiramos de hambre, socorred nuestra necesidad Srs. poderosos". Otra lástima era ver a los pobres enfermos que por su grave necesidad, salían temblequeando a las calles y plazas, y esto les era causa indudable para recaídas y para su muerte. El día 14 de Mayo comenzó a mitigarse la necesidad de la sed, pues este día se nos mostró Dios misericordioso, con enviarnos un aguacero, aunque las gentes se apoderaban de los pozos y costaba gran dificultad tomar el agua; pero la hambre siguió aumentando cada día".
En 1714 se presenta la hambruna más espantosa que se había sufrido hasta la fecha en la Villa de León.
Para 1717 aún no se permitía la siembra de hortalizas cerca de los ojos de agua, y la distribución del líquido se hacía de una manera equitativa para uso humano, animal y de riego.
Debido a la inestabilidad social, los bandidos y salteadores de caminos se multiplicaron; por eso el 21 de noviembre de 1719 se promulgó un mandamiento en el que se ordenaba se persiguiera y castigara hasta con la pena de muerte a estos criminales.
Ante un numeroso concurso de gente, que por ser domingo salía de misa mayor de la Parroquia, se dio lectura al mandamiento relativo a la persecución de los bandidos. Después de leído se fijó en cada una de las esquinas de la Plaza Principal.
En 1719, donde hoy se encuentra el kiosco en la Plaza Principal, se erigió una horca donde se ajusticiaba a los bandoleros.
El 4 de diciembre, para dar cumplimiento de lo prevenido en el decreto, es que se comienza a levantar en el centro de la plaza una horca de cuatro pies cuadrados, bajo la cual se colocó una picota, en la cual se exhibiría el cuerpo o la cabeza del ajusticiado.
Lentamente las lluvias regresaron y con ellas la calma, aunque debieron pasar más de ocho años para que todo volviera más o menos a la normalidad.
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