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San Juan de Dios
En 1617, al mando de fray Alonso Pérez, llegaron los Clérigos Regulares de la Orden de San Juan de Dios para administrar el Hospital de San Cosme y San Damián, que se encontraba en la esquina sureste de la plaza principal (donde estuvo el hotel Condesa).
"Pronto los hermanos de San Juan de Dios se percataron de que las instalaciones del antiguo hospital no resultaban adecuadas por encontrarse en el corazón mismo de la villa, circunstancia que a su parecer propiciaría contagios entre la población sana y una inadecuada convalecencia de sus pacientes. Por tal motivo promovieron que las autoridades civiles les otorgaran un nuevo predio en las afueras del asentamiento" (León, cinco siglos contra viento y marea).
"Se determinó sacarlos fuera de la villa a un espacioso y dilatado campo, a donde siquiera se dilatasen los corazones de los pobres enfermos y no se acongojasen con tanta estrechura" (León de Anahuac).
El hospital de San Cosme y San Damián, el primero que hubo en León, estuvo en el lugar que hoy ocupa el hotel Ramada Plaza (antes Condesa).
Tres años después se les concedió un ejido entre los pueblos del Coecillo y San Miguel, donde  comenzaron a construir el hospital del "Espíritu Santo" (se le llamó así porque se trasladó el día de Pentecostés) entre 1620 y 1630, pero que destruyó la inundación de 1637 y tuvo que ser reconstruido.
Aquel viejo hospital sanó a los indios (después de apaciguarlos), de la terrible peste del "matlazahuatl" en 1643, aunque despareció de ellos el 90 por ciento, según narración del padre Lara. Dicha peste se repitió entre los indios en 1736 y 1762, llenando de enfermos el hospital y de muertos el cementerio juanino.
Se sostenía el hospital en 1709 con las rentas de los solares que se prolongaban hasta lo que fue la Placita de las Vigas.
Su monasterio tenía su capilla propia interna, además de celdas y departamentos, que andando los años se llamaron, ya reformados y adecuados para ejercitantes, "los aposentos".
"Respecto al templo, no se tienen noticias de su iniciación, pero debió ser después de terminado el convento. "Su portada es de torsión barroca moderada, remebranza y copia fiel de la del templo de San Juan de Dios en Granada, España, fabricada por los Hermanos Hospitalarios. En su torrecica, por primera vez en León se colocó un reloj de repetición, fabricado en Guadalajara (27 de marzo de3 1795), por el relojero Marcos Rafael del Muro y pagado por el gobierno del estado, para abonar una cuenta pendiente con el ayuntamiento local. Se descompuso y se ordenó lo arreglara Ponciano Pérez, quien le robó las pesas, dejándolo incompleto". Según narra don José de Jesús Ojeda en su obra "León de Anahuac".
San Juan de Dios en el Siglo XIX.
Muchos años después, durante la revolución, los "carranclanes" se encargaron de mutilarlo a tiros de fusil, pues buscaban villistas escondidos, supuestamente, en la torrecilla del reloj.
Todo el conjunto funcionó, operado por los juaninos hasta 1820, año en que fueron expulsados como veremos más adelante.
En el siglo XX desapareció el atrio del templo y se hermoseó el jardín y la plazuela, colocándose una cruz de cantera estilo Lorena. En 1966 retornaron los religiosos juaninos a León, pero en calidad de educadores, pues fundaron un colegio en la colonia "Lomas de la Trinidad", llamado Instituto Granada.
"La calle del Panteón San Nicolás, hoy Mariano Escobedo, se iniciaba de oriente a poniente, con la cuadra de La Ladrillera, donde en sus espacios se ubicó una plazoleta, que todavía en 1906 era llamada de Los Maderos y posteriormente Placita de Las Vigas, en la que en uno de sus extremos estaba el Mesón de San Cayetano.
Dicha plaza marcaba la terminación de la cuadra del Retiro o segunda de la calle del Camposanto y de toda la avenida que hoy conocemos como Ignacio Altamirano.
En su acera suroeste se localizaba el depósito de tranvías a donde llegaban los carros de tracción animal que cubrían las corridas de San Juan de Dios y en ocasiones las de otros barrios, principalmente durante la tradicional visita al cementerio de San Nicolás, antiguo y nuevo, pues, se incrementaba notablemente la afluencia de usuarios.
Por costumbre inmemorial, la Placita de Las Vigas es de la concurrencia de albañiles que esperan ser contratados.
En la antigüedad en este lugar se localizaba el puente del Arroyo del Puerco, cuyas aguas procedían, según vecinos antiguos, por los inicios de la Puerta del Campo -calle Artes- y el cauce continuaba hacia el sur hasta llegar a la localización de la Puerta del Campo, hoy Rosas Moreno, seguía hacia el oriente y hacia un meandro por la calle Santibáñez –hoy Juan Valle- y doblaba por la Placita de Las Vigas donde se desparramaba la corriente un poco más al suroeste.
Debemos anotar que este pequeño arroyo fue embovedado por la Administración Municipal de don Guillermo Vera en 1942-1943" (Tomado de la obra "Llegar a ser", de don Arturo Navarro).
Antiguo puente sobre el arroyo del Puerco, frente a la Placita de las Vigas.
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