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"El Bolillo" Mendoza

El lunes 1 de enero de 1894, León despertó con la noticia de que habían encontrado muerto al licenciado Hipólito “El Bolillo” Mendoza, un conocido bohemio que a pesar de sus vicios había logrado ayudar a cientos de personas pobres en cuestiones legales, quienes no podían costearse un buen abogado.
Hipólito había nacido en una buena familia, hijo de un famoso notario que había hecho fortuna en el pueblo y que se construyó una enorme casona en la cuarta cuadra de la calle “Real de Lagos” (hoy Hidalgo).
Cuando llegó a la mayoría de edad, Hipólito fue enviado a la capital del país a estudiar leyes, pero con tal mala suerte, que ya casi para terminar la carrera se vio en la necesidad de abandonar los estudios debido a que su padre había muerto completamente endeudado… heredando a su familia sólo un buen apellido.
Su madre dedicose entonces a la costura, pero con el paso de los años la señora perdió la vista y debieron vender aquella señorial casona que terminó comprando una madame italiana de apellido Santoro, quien la convirtió en un lujoso lupanar.
Muerta su madre, el malogrado abogado Mendoza terminó viviendo en un pequeño y pobre cuarto por los rumbos de lo que luego sería el “Descargue Estrella”.

El Portal Guerrero en la década de 1940.

Al no poder ejercer con todas las de la ley la abogacía, el “licenciado” Mendoza optó por dar buen uso a sus conocimientos legales, ayudando a los obreros y campesinos que tenían alguna necesidad de ese tipo. Todas las mañanas armaba su mesita de tijera, encima de la cual colocaba una enorme máquina de escribir… contra esquina del Palacio Municipal, bajo los arcos del Portal Guerrero, frente a donde hoy se encuentran las cebadinas de la familia Carpio.
Cobraba poco por sus servicios, los cuales en ocasiones eran pagados con puercos y gallinas que luego revendía en el mercado.
La cruel vida y la falta de un sueño lo fueron apagando y llevando al vicio, ocasionando que sus magras ganancias las derrochara en juegos de azar, alcohol y prostitutas.
Los sábados se le podía ver con paso vacilante, a medianoche, rumbo a la casona que había pertenecido a su familia, ahora convertida en prostíbulo. Allí pedía la que fue su habitación de niño y de donde no salía hasta el domingo ya tarde, después de gastarse el dinero que había ganado entre semana. Ya no le preguntaban que se le ofrecía, pues era de conocimiento de todos su preferencia por el mezcal y la meretriz más joven y guapa del lugar.
Aquel año nuevo, temprano, lo encontraron recostado sobre la mesa, con una botella de mezcal a medio consumir y una carta de amor dirigida a Matilda, la prostituta de la que se había enamorado pero que no le correspondió cuando “El Bolillo” le pidió matrimonio.
“Me rompiste el corazón”, finalizaba la misiva.
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