Vaya al Contenido
Las Tullerías

Don Toribio Esquivel Obregón, en su obra “Recordatorios públicos y privados”, nos cuenta la historia del almacén de ropa llamado “Gran Cajón de Las Tullerías”, propiedad de Etchegaray y Cia., que estuvo ubicado muchos años –casi toda la segunda mitad del Siglo XIX- en la esquina que forman el Portal Guerrero y la calle Juárez, justo frente a la Callejuela Padilla.
Tres franceses fundaron esta casa y trabajaron con éxito notable. A los diez años, más o menos, don Cayetano Etchegaray se encontró dueño de una fortuna que le permitía pasar el resto de sus días con todo desahogo, en su país y sin tener más necesidad de trabajar. A su solicitud la casa asoció a uno de sus dependientes más aventajados, otro francés y así continuó por algún tiempo hasta que llegó a su vez a Larronde (que era el apellido de otro de los socios) de retirarse y fue llamado a formar parte de la sociedad otro dependiente también francés. Así se iba renovando la compañía y sus negocios siempre caminaron viento en popa. Los últimos socios fueron don Martín Juan-Chute y don Enrique L. González, siendo éste el primer leonés que entraba a la firma”.
Finalmente don Martín decidió retirarse y regresar a Europa, así que vendió su parte a don Enrique y así quedó como dueño único de “Las Tullerías”.
Don Enrique provenía de una familia pobre del barrio de San Juan de Dios, sus estudios fueron pocos y no contaba con una gran cultura; sin embargo era muy trabajador y listo para el manejo de los negocios, así como para tratar con la gente de sociedad correspondiente a su posición económica, la cual se vio aún más beneficiada cuando recibió una cuantiosa herencia de un pariente que murió en Durango.

Una pintura que nos muestra cómo eran “Las Tullerías” en 1882, es del francés L. Thousset, que trabajó durante un tiempo en nuestra ciudad, haciendo retratos para la aristocracia leonesa y actualmente pertenece a una colección privada.

Nunca se casó ni tuvo hijos, sólo contaba con una hermana, que fue la que se hizo cargo del negocio cuando la salud de don Enrique comenzó a declinar y ya no tenía fuerzas para dirigirlo. Pero la hermana tenía menos estudios que él, no sabía nada de comercio y además era medio haragana.
Cuando ocurrió la muerte de don Enrique –continúa narrando don Toribio- , esa hermana quedó, sin preparación alguna, al frente de la casa de comercio más importante de la ciudad (…). Ya grande de edad y también muy achacosa, la casa comenzó a declinar rápidamente. Por último ella se casó con un sujeto que había sido su novio en la juventud. Era él un poco poeta y demasiado bohemio, exigió y obtuvo se le reconociera como el administrador de los bienes de su esposa y muy pronto la acreditada casa Etchegaray Cia., respetada en toda la república, se declaraba en liquidación”.
Doña Emilia, que así se llamaba la hermana de don Enrique, murió apenas a tiempo para no ver la manera en que su marido malbarato uno de los negocios más exitosos del Siglo XIX y como despilfarró el dinero, terminando como empleado de tercera en alguna oficina de gobierno.
Los nuevos dueños invirtieron en el negocio y a inicios del Siglo XX lo trasladaron al nuevo edificio que acababa de construir don Luis Long en la esquina del Portal Aldama y que dejaba un pasaje en forma de escuadra que muy pronto fue llamado el Pasaje de Las Tullerías (hoy Pasaje Catedral).

Los nuevos dueños invirtieron en el negocio y a inicios del Siglo XX lo trasladaron al nuevo edificio que acababa de construir don Luis Long en la esquina del Portal Aldama y que dejaba un pasaje en forma de escuadra que muy pronto fue llamado el Pasaje de Las Tullerías (hoy Pasaje Catedral).
Sírvase preferir a nuestro
amable patrocinador:
Regreso al contenido