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Los corazones de atole
Don Rodolfo Herrera Pérez escribe en la obra "León cinco siglos contra viento y marea":
"Por ese tiempo (de la cristiada) en León se dieron algunas manifestaciones de figuras que se conocieron como "corazones de atole", que la iglesia no reconoció por milagros, pero sirvieron de aliento a los católicos leoneses.
El 25 de diciembre de 1924, en la entonces cárcel municipal, durante un desayuno que se sirvió a los presos, por celebrar algunas primeras comuniones de niños, se le derramó la taza de atole al infante José Guadalupe Hernández. Para que no lo fueran a regañar, invocó al Sagrado Corazón de Jesús. Entonces el atole se coaguló y tomo la forma de un corazón perfectamente anatómico.
El mantel fue llevado a los padres jesuitas que se encontraban en el Santuario de Guadalupe, y posteriormente al obispo Emeterio Valverde y Téllez, a quien se le informó de todo lo ocurrido y sobre la cantidad de gente que acudía al templo para contemplarlo. El obispo ordenó que en un cuadro especial se colocara en el salón de juntas del santuario, alejado del público y sobre todo de la veneración, porque la iglesia no permite el culto al corazón solo, sino a la figura de cristo.
Luego, durante el tiempo del conflicto cristero, se dieron en León algunas manifestaciones milagrosas con la imagen de corazones, aludiendo al Sagrado Corazón de Jesús. En un pequeño caserío conocido como El Ratón, el 19 de agosto de 1926 a la campesina Manuela Meléndez se le formó un corazón perfectamente anatómico con el jugo de la carne en un papel. Al ser interrogada por el padre Antonio Saldaña, párroco de San Miguel, sobre que pensaba o decía cuando esto había sucedido. Ella simplemente expresó: "Corazón traspasado por la lanza, ten misericordia de nosotros para que nos vuelva el bien de la Santa Misa". Al poco tiempo cambió de residencia al rancho de San Judas, y en él se le aparecieron otros corazones en una piedra, una cazuela de barro y en una tortilla de las que echó al comal.
El 25 de diciembre de 1924, en la entonces cárcel municipal, durante un desayuno que se sirvió a los presos, por celebrar algunas primeras comuniones de niños, se le derramó la taza de atole al infante José Guadalupe Hernández. Para que no lo fueran a regañar, invocó al Sagrado Corazón de Jesús. Entonces el atole se coaguló y tomo la forma de un corazón perfectamente anatómico.
El mantel fue llevado a los padres jesuitas que se encontraban en el Santuario de Guadalupe, y posteriormente al obispo Emeterio Valverde y Téllez, a quien se le informó de todo lo ocurrido y sobre la cantidad de gente que acudía al templo para contemplarlo. El obispo ordenó que en un cuadro especial se colocara en el salón de juntas del santuario, alejado del público y sobre todo de la veneración, porque la iglesia no permite el culto al corazón solo, sino a la figura de cristo.
Luego, durante el tiempo del conflicto cristero, se dieron en León algunas manifestaciones milagrosas con la imagen de corazones, aludiendo al Sagrado Corazón de Jesús. En un pequeño caserío conocido como El Ratón, el 19 de agosto de 1926 a la campesina Manuela Meléndez se le formó un corazón perfectamente anatómico con el jugo de la carne en un papel. Al ser interrogada por el padre Antonio Saldaña, párroco de San Miguel, sobre que pensaba o decía cuando esto había sucedido. Ella simplemente expresó: "Corazón traspasado por la lanza, ten misericordia de nosotros para que nos vuelva el bien de la Santa Misa". Al poco tiempo cambió de residencia al rancho de San Judas, y en él se le aparecieron otros corazones en una piedra, una cazuela de barro y en una tortilla de las que echó al comal.
En 1928 se aparecieron otros corazones, conocidos popularmente como de atole, en las partes más diversas y hasta arbitrarias de la ciudad en una sucesión desconcertante, emulando al primer corazón de atole en una pared de la casa de las señoritas Leal, en la segunda calle de Pino Suárez, que tenía casa de huéspedes y dentro de su sala una imagen del Sagrado Corazón de Jesús, por el lado de la calle la humedad empezó a trazar un corazón que fosforecía de noche. Los callistas empezaron a escarapelar el muro para acabar con la "milagrería y oscurantismo del pueblo, pero la mancha se extendió inexplicablemente entre el júbilo del pueblo y la desesperación de los del gobierno.
A mediados de septiembre, en la tenería de J. Guadalupe Núñez, se formó un corazón en la nata de una tinta de curtir. En el Coecillo se apareció uno de estos corazones el 11 de octubre de 1928, y al día siguiente fue visto por todo el barrio. El 20 de noviembre, también se formó uno en un huevo frito, la familia respetuosa se abstuvo de comerlo.
Estas manifestaciones sirvieron de aliento a los católicos leoneses, quienes añoraban la paz entre el gobierno y la iglesia, se arremolinaban para venerar a los mártires que murieron por la causa de Cristo Rey y, por el gran respeto y aceptación, escondieron y ayudaron a los sacerdotes que se refugiaron en la ciudad".
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