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El Barrio de Santiago

El Barrio de Santiago nació fuera de las 24 manzanas originales que se trazaron cuando la Villa de León fue fundada, en cambio creció entre sus dos hermanos mayores, ambos nacidos en 1580: el Barrio Arriba, que inicialmente fue de negros africanos y el Barrio del Coecillo, donde fueron a vivir los indios libres.
A este pequeño barrio lo delimita el Río de los Gómez por el este, la calle Hermanos Aldama por el oeste y el boulevard López Mateos al sur. Siendo una de las tantas entradas a la villa, siempre se benefició del comercio –legal e ilegal- que llegaba de otras partes de la Nueva España.
Desde sus inicios contó con su propia plazuela, donde se instalaba lo que hoy llamamos un tianguis y que dio paso a que allí se construyera, años después, un mercado. Lo que hoy es la calle República era un arroyo llamado “Del Ratón”, que corría desde lo que es el malecón hasta la hacienda de San Nicolás (hoy panteón) y que dio origen al inusual trazo de la calle “Del Codito”.
Don Sóstenes Lira, en su obra "Efemérides de León", relata que el 26 de julio de 1817, el general Francisco Xavier Mina, "que no perdía de vista los movimientos de los realistas, salió del fuerte (del Sombrero, en Sierra de Lobos) con objeto de dar un asalto con quinientos hombres de infantería y caballería y una pieza de artillería; pero habiendo sido descubierto por la guarnición que había quedado al mando del comandante Francisco Falla y el coronel Andrade, fue recibido con un fuego vivísimo de cañón y fusilería. Mina llegó a la plazuela de Santiago y creyó que era el centro de la población; pero desengañado de su error, siguió por las calles del Codo, Progreso y Puerta del Campo (Hoy República, Pedro Moreno y Libertad), logrando llegar hasta las esquinas de El Panal y Mesón de Ánimas (Libertad casi esquina con Madero), que era uno de los cuarteles de los realistas”.
En 1863 se crea la diócesis de León y su primer obispo fue José María de Jesús Diez de Sollano y Dávalos, una de cuyas primeras acciones fue la de colocar la primera piedra del templo dedicado a Santiago Apóstol, ubicado al fondo de la entonces plaza.

Desde sus inicios contó con su propia plazuela, donde se instalaba lo que hoy llamamos un tianguis y que dio paso a que allí se construyera, años después, un mercado.

Veinticinco años más tarde llovió sobre León durante dos semanas seguidas, lo que provocó que la noche del 18 de junio de 1888, las crecidas aguas del Río de los Gómez se desbordaran a la altura de este barrio, llevándose a su paso cientos de casas, matando decenas de vecinos y dejando la zona completamente destrozada.
Fue después de esta catastrófica inundación que se llevó a cabo una de las obras más importantes para la salvaguarda de la ciudad: la construcción del murallón del río de los Gómez, un recio dique de mampostería con contrafuertes que se levantó en la ribera occidental de la corriente, desde lo que hoy es el Boulevard Hidalgo hasta el puente de la calzada, con una extensión de casi tres kilómetros.
El dique fue levantado siguiendo el diseño de don Luis Long y cumplió eficazmente su función hasta 1926, año de la última gran inundación. Además, por su anchura de ocho metros, permitió la construcción de una calzada que, a partir de octubre de 1892, llevó el nombre de Paseo Colón y que hoy conocemos como Malecón del Río, que en 1970 y 1982 fue acondicionado como arroyo vehicular.
Para septiembre de 1889 el dique ya estaba terminado, al igual que el espléndido puente de tres arcos que comunicaba los barrios de Santiago y el Coecillo. La construcción del Puente Barón, como se le conoció, costó cerca de diez mil pesos y fue pagado por el mismo obispo Barón y Morales.
Este nuevo puente sustituyó a uno anterior, virreinal, que dejó inutilizado la avenida fluvial de 1888. Desgraciadamente este también fue destruido, pero no por la corriente, sino por la estupidez humana en el segundo tercio del siglo XX. Por si esto fuera poco, en 1997 intentó ser reconstruido y sólo se consiguió erigir una triste caricatura de lo que fue.
Después de la terrible inundación de 1888, los pobladores se dieron a la colosal tarea de reconstrucción, y en la esquina de las entonces calles de Honda y Juego de Barras (Hermanos Aldama y López Mateos), el entonces comandante de policía construyó a sus expensas una placita de toros de madera que funcionó por poco tiempo y que luego fue conocida como la esquina de “La Morita”.

La avenida fluvial de 1888 destruyó el puente virreinal que unía los barrios de Santiago y el Coecillo.

Don Francisco Mares, en la Revista 012, nos cuenta: “Con el amanecer del siglo XX, el “Decreto de Cantinas” intentó regular el consumo de bebidas alcohólicas. Prohibió, por ejemplo, que los hijos y las esposas de los cantineros trabajaran en esos establecimientos, que se multiplicaban en el rumbo. Pero Santiago ya iba más adelante, el carácter avispado de los lugareños y el tránsito y el comercio incesantes animaron a la instalación de las “casas accesorias”, vecindades que se utilizaban para el comercio carnal.
Alcohol, juego y prostitución estigmatizaron al Barrio De Santiago, de los años treinta a los setenta del siglo pasado.
A Santiago se le identificó como la zona roja del pueblo; cenadurías; salones de baile, “a tanto la pieza”; billares; salas de juego para la baraja y el albur; alcohol de nunca acabar; música en cada puerta y muchachas para el amor de ocasión (…)
Así, hasta el sexenio del gobernador Juan José Torres Landa, quien prohibió, al menos en el discurso, la prostitución en el estado de Guanajuato. Las casas de placer fueron cerradas y las mujeres, echadas. Ya no se habló de ellas, sino en voz baja. La bonanza comenzó a languidecer. Pero, ahí siguieron. Tan es así, que a ellas y a sus vecinas al otro lado del río, entonces un surco pestilente atestado de basura y matorrales, un alcalde, Harold Gabriel Appelt (80–82), les ordenó pintar de amarillo sus puertas, para que los parroquianos no las confundieran con el resto del vecindario”.
Entre las cantinas de mayor tradición de aquellos rumbos se recuerda “El bar San Luis”, “El Picos Pardos”, “El Báltico” y “La Llamarada”.
En 1898, a expensas del señor José de Jesús Izquierdo, se construye el templo de Santo Domingo de Guzmán, en la antigua calle de Los Diez Mandamientos, hoy Artes, y es bendecida por el prelado Valverde y Téllez el lunes 16 de mayo de 1910.
La madrugada del 23 de junio de 1926 León sufre una nueva inundación. Las aguas comienzan a desbordarse por la calle 5 de Mayo e inmediatamente después por la calle República. A la mañana siguiente, entre las ruinas, podían verse completamente retorcidas las vías de metal que utilizaban los tranvías de mulas que llevaban a la gente del centro del pueblo al Jardín de San Francisco en el Coecillo y que cruzaban la Plazuela de Santiago. Dichas mulas debían tomar “vuelo” para subir al puente y cruzarlo, pues de otra manera se veían arrastradas hacía atrás por el peso del tranvía, lo que ocasionó no pocos atropellamientos.
Las vías no se volvieron a colocar, pues la Compañía de Tranvías del Centro, inaugurada en 1882, había dejado de funcionar unas semanas antes de la inundación debido a que sus animales y carros eran ya muy viejos.

El Malecón del Río fue acondicionado como arroyo vehicular en 1970 y 1982.

La construcción del mercado sobre la antigua plazuela comenzó el 29 de diciembre de 1932 y su primer nombre no fue “República”, sino “Melchor Ortega”, en honor del entonces gobernador del estado de Guanajuato. Pero el nombre duró poco, pues don Melchor se enemistó con el señor general y presidente de la república don Lázaro Cárdenas, quien terminó desterrándolo junto con Plutarco Elías Calles; a quienes subió a un avión de la Fuerza Aérea Mexicana que los llevó hasta la frontera con Estados Unidos. Entonces se ordenó que el mercado fuera rebautizado como “República”.
Para su construcción, además de los trabajadores habituales, se usó la mano de obra de presos, quienes para pagar sus multas y condenas, trabajaban jornadas de dieciséis horas durante ocho días.
En la fachada norte del mercado cobraron fama los “quirineros” (vendedores de retacería de cuero), apodo que se atribuye a don Quirino, quien tal vez fue el primer vendedor del lugar, de quien se decía -con cierto fundamento-, que sus artículos eran de procedencia ilícita… de obreros que los sustraían de los talleres donde laboraban. El apodo pronto se extendió a los demás vendedores del lugar.
Fueron estos “quirineros”, quienes una madrugada de 1963, ya borrachos, comenzaron a pelearse y ocasionaron un incendio incontrolable que redujo a cenizas el mercado y las mercancías que en él se almacenaban y vendían… bueno, no todo en realidad… cuanta una leyenda que lo único que sobrevivió intacto fue una caja de lámina de sal de uvas “Picot” en la que escondía el dinero producto de las ventas diarias, un señor apodado “el platicón”, dueño de una abarrotera… quien al descubrir su fortuna intacta entre los restos aún humeantes, de inmediato se dirigió al templo de Santiago a dar gracias.
El mercado fue reconstruido y en 1985 sufrió otro incendio, aunque de menores proporciones, en la misma zona de “quirineros”, debido a que solían dejar veladoras encendidas por la noche a los pies de los santos.

La construcción del mercado sobre la antigua plazuela comenzó el 29 de diciembre de 1932 y su primer nombre no fue “República”, sino “Melchor Ortega”, en honor del entonces gobernador del estado de Guanajuato.

A una cuadra del famoso punto conocido como “las siete esquinas”, en el año de 1930, se construyó el cine y teatro Isabel, en donde se presentaron importantes obras y artistas de renombre nacional; así como los estrenos más importantes de Hollywood, entre ellos “Lo que el viento se llevó” y “Casablanca”. En su escenario también se coronaría a varias reinas de la ciudad, hasta la década de 1950 que las autoridades comenzaron a darle preferencia al recién construido cine León.
Perdido el glamour de sus mejores años, el inmueble terminó convertido en arena de lucha libre. Continúa don Francisco Mares: “La Arena Isabel, donde lo mismo pelearon Vicente Saldívar y El Santo “el Enmascarado de Plata” o albergó las peleas de gallos en la temporada de feria, y convocó al barrio, a la ciudad cada lunes, sobrevivió más de 50 años, –un poco más que su hermano, el Cine Chabelo-. Sucumbió con el siglo XX, imposible el desafío con el espectáculo multicolor y estridente de la Triple AAA, que se llevó a los luchadores, el público y el dinero al Domo de la Feria sede a la que, de cuando en cuando, regresan”.
Hoy es un estacionamiento al que nadie voltea a ver dos veces.
En 1961 llega don Juan José Torres Landa a la gubernatura del estado y hecha andar el “Plan Guanajuato”, que pretendía modernizar las ciudades de la entidad con un desarrollo urbanístico de altos vuelos.
Así, el 5 de septiembre de 1963 comienzan a echarse abajo numerosas fincas y desaparecen las calles Morelos y Manuel Acuña para la construcción del “Boulevard del Bajío” que cortaría en dos el provinciano pueblo de León y lo convertiría en toda una ciudad hecha y derecha.
Poco antes de que terminara su mandato -en noviembre de 1964-, el presidente de México nos visita para inaugurar la moderna vía que finalmente sería bautizada con su nombre: “Boulevard Adolfo López Mateos”… cuya construcción, por cierto, se terminó de pagar hasta 1991.
Dicha arteria “amputó” el antiguo barrio de Santiago del centro de la ciudad e hizo desaparecer “las siete esquinas”, dando a sus habitantes la sensación de vivir -de entonces en adelante-, “del otro lado del eje”.
“A mitad de los 80, en el barrio De Santiago se habló de peleas de perros clandestinas, los domingos, en jacalones vacíos, con apuestas y tragos sin control alguno, resabios del “barrio bravo” que anida en la memoria colectiva y se hereda por generaciones” –Termina de contarnos don Francisco Mares.
El último clavo en el ataúd lo recibió en 1990, cuando se amplió el “eje” y desaparecieron los cajones de estacionamiento… entonces la zona comenzó a decaer desde el punto de vista comercial.
El barrio de Santiago se niega a ser olvidado y por ello mantiene vivas algunas de sus viejas tradiciones, como la “Quema de Judas”, cada domingo de resurrección en la esquina de Hermanos Aldama y Amado Nervo desde 1915 y se siguen contando leyendas que pasan de generación en generación, como “La esquina de la Llamarada”, “La Rosa de Castilla”, “La esquina de la Morita”, etc.

En el año de 1930 se construyó el cine y teatro Isabel, en donde se presentaron importantes obras y artistas de renombre nacional.
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