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El fin del mundo
Numerosas han sido las calamidades que han tenido que enfrentar los habitantes de León a través de su historia: Los cruentos ataques chichimecas; las refriegas armadas en su calles durante las guerras de Independencia, Reforma y Revolución; las epidemias de viruela, sarampión, cólera, tifoidea y fiebre aftosa que diezmaban a la población… por no hablar de las catastróficas inundaciones que asolaban nuestro territorio dos o tres veces por década.
¡Hasta un fuerte temblor de tierra se dejó sentir a mediados de abril de 1857 a eso de las dos de la tarde; que no causó destrozos ni víctimas, pero que asustó mucho a la gente, poco acostumbrada al fenómeno en esta zona del país!
Por aquellos años, sin alumbrado público en las calles ni contaminación ambiental, las estrellas brillaban por las noches en todo su esplendor y era fácil ver los cometas que de tiempo en tiempo cruzaban el cielo. A estos fenómenos y a los eclipses de sol, se les culpaba de las desgracias humanas; por eso, cuando en octubre de 1858 los leoneses vieron pasar el Cometa Donati, la gente quedó a la expectativa de que algo malo sucedería en el futuro inmediato.
Así debió verse la aurora boreal en 1859 (fotomontaje por Foto Ruiz).
Y así fue… el jueves 1 de septiembre del año siguiente, a las 11 de la noche, se dio la alarma general y la gente aterrorizada comenzó a subir a las azoteas de sus casas. Unas luces extrañas de color verde en forma de cortina bailaban en el horizonte, rumbo al norte, sobre los cerros de Ibarrilla.
No pasó mucho tiempo antes de que las campanas de la Parroquia y otros templos llamaran a misa.
Escribe don Sóstenes Lira en sus "Efemérides": "La mayor parte de los habitantes creyó que el mundo tocaba a su fin y se veían por las calles grupos de gentes que imploraban el auxilio divino y al encontrarse unos con otros, se tendían en cruz sobre el suelo, se pedían perdón, se abrazaban, y así continuaban llenos de pánico. En vano las personas sensatas trataban de persuadir a algunos, porque estos los trataban como herejes, hombres que no temían la justicia de dios".
El pueblo abarrotó los templos y los padres no se daban abasto atendiendo a todos los que deseaban confesarse y comulgar, seguros de que "el fuego en el cielo" no tardaría en barrer la ciudad.
Al amanecer del día siguiente muchas personas se negaban a salir de los templos… huelga decir que los niños no fueron enviados al colegio y muchos negocios no abrieron, pues la calles lucían desoladas, y así continuó durante todo el fin de semana.
Hoy sabemos que se trataba de una "Aurora Boreal", causada por la tormenta solar de 1859, conocida también como "El Evento Carrington" (por el astrónomo inglés Richard Carrington) y que es considerada la tormenta solar más potente registrada en la historia.
Fue una gran llamarada solar que pudo observarse hasta el norte de Colombia y provocó el fallo de los sistemas de telégrafo en toda Europa y América del Norte.
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